Se trata de una serie corta de animación con una decena de episodios, por el momento, con una duración de dos minutos cada uno. Una niña de cinco años tiene dos mascotas: un gatito blanco que es su ojito derecho y un gato negro, harto de la situación, que intenta matarlo diciendo la frase «Goodbye Kitty». Como en todas las buenas historias de humor negro, el pretendido asesino intenta matarlo y acaba muriendo él.
En paralelo, y dado que el creador de la serie es sobre todo un hombre de negocios ansioso por capitalizar una buena idea, la empresa de Goldman ha creado una buena serie de productos que juegan con la imagen de Hello Kitty herida, muerta, sufriendo accidentes o en situaciones escatológicas.
Por supuesto, a Goldman le han salido algunos imitadores, normalmente pequeñas empresas de diseño de camisetas por internet. Por aquello del copyright, muchas de las parodias que no podemos encontrar cambian el diseño original de Hello Kitty por uno algo menos icónico, con el objeto de evitar posibles demandas por plagio. En todo caso, Goodbye Kitty nos ha demostrado que, en el mundo actual del merchandising, absolutamente toda acción tiene su reacción.
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